Por: Dra. Nadia Alvarez Mexia
Hace un par de noches, no logré conciliar el sueño por más cansada que estaba, por más ganas que tenía de dormir. Y cuando eso sucede, la mente inicia un proceso de trabajo con ideas que en el día a día no se nos ocurren o no se presentan en el panorama mental. Así me pasó, esa noche de insomnio.
En la quimera que produjo el insomnio, empecé a repasar los rincones de la casa donde ha prevalecido el desorden, esos que nadie ve, pero que tú sabes que existen y que cada vez que te das cuenta de ello dices “mañana voy a acomodar este cajón, este espacio, esta alacena…” Bueno mi mente no me dejó descansar esa noche, me rehusé a pararme y ver con mis propios ojos lo que mi memoria fotográfica me decía, ¡Podía ser demasiado! Puesto que la musa del sueño se había ido y en su lugar me había asignado una tarea obligatoria para el día que estaba próximo a iniciar. Así pues, hice el compromiso y pude dormir dos horas.
Ese día me levanté dispuesta a ir a cada uno de esos rincones, y así lo hice. Inicié con la alacena, sacando todo lo que en ella había ¡increíble! Lo que uno se encuentra cuando deja un rincón descuidado: latas caducadas, sobres vacíos, objetos que no corresponden a ese espacio y cuanta cosa más. Al sacar todo lo que ahí había, me di a la tarea de revisar cada uno de los objetos y saber si debía guardarlos de nuevo, reclasificar su espacio o simplemente deshacerme de ello y de que forma. Una vez terminada la alacena, continúe con cajones, al día siguiente con los muebles de baño ¡que relajo!, ¡cómo puede uno seguir guardando aquello o este objeto! No hay manera de entender el descuido que la rutina o el olvido nos permite se estacione en esos rincones que como dirían por ahí “donde no ve la suegra…” Y la suegra que culpa tiene, me sonrío al tiempo que escribo estas líneas.
Todo este ejercicio que hice de irme a rincones alrededor de casa, esos que por descuido y en el olvido, me guiaron a reflexionar – entre la pasta, la salsa, la lata de atún y demás – ¿cómo nuestra vida misma puede ser ese cajón o esa alacena?. Ese rincón que parecía tan pequeño e insignificante porque nadie “lo ve” es parecido a la vida. Mientras reacomodaba, vaciaba, limpiaba y observaba, pensé en eso… la vida. ¿Cómo no ponemos atención a los detalles? ¿Cómo pensamos que deshacernos de algo es fácil? ¿Cómo no limpiamos o reacomodamos los pasajes de nuestro trayecto? ¿Cómo a veces, aunque nos de insomnio no ponemos atención a lo que el cerebro, el instinto, el corazón o todo en conjunto nos indica? ¿Cómo dejamos pasar y postergamos?… la vida es como una alacena.
Uno adquiere, mete, saca y usa, pero a veces dejamos rincones olvidados y vamos acumulando hasta el punto en que no sabemos ni como, cuando y por qué estamos llenos tal vez de cosas útiles y otras no tan relevantes. Si bien, al explorar esos rincones de casa podemos desechar lo caducado, creo que para el caminar en la vida es diferente pues siempre lo que parezca “no útil” tendrá un dejo de aprendizaje, de consecuencia e incluso de apego. Tal vez resulta complejo pensar que acomodando una lata de puré de tomate empecé esta reflexión metafórica sobre la vida, pero, mi estimado lector, así mismo sucedió. Lo que fue un acto de insomnio, me llevó a invertir varias horas en reacomodar la alacena y otros rincones pensando también en la reorganización de mi vida – no por el hecho de ocuparla en este momento- sino a manera de detenerme y hacer conciencia que, en este trayecto, de vivir, he tenido muchas veces que poner atención al espacio olvidado y desorganizado.
Aquí no solo hablamos de acciones como si tengo sobrepeso entonces debo hacer ejercicio o dieta. Este tipo de acciones, de reacomodo, son válidas para quien desee realizarlo, pero hablo de un análisis más retrospectivo y profundo, ese que nos conduce a recapitular pasajes de nuestra vida -presente y pasado – y cómo el revisar la caducidad o la utilidad nos permite influir en las acciones cotidianas de nuestro ser, sentir y pensar rescatando a través del reacomodo y análisis un efecto profundo, consciente, complicado, pero a la vez satisfactorio.
Le invito a limpiar su alacena, la de la cocina, pero sobre todo la de su vida, que no sea necesario una crisis para reflexionar sobre lo recorrido, lo que se vive, lo que se proyecta experimentar. Le aseguro que revisar esa “lata de pure de tomate” o ese “sobre de pasta” le dará la oportunidad de reacomodar y apreciar lo que se tiene, aunque sobre espacio y siempre sienta que hace falta algo.